El miedo al dentista es un temor muy extendido. El cine y la literatura no ayudan a desterrar este mito en torno a las aterradoras visitas al dentista y, sin embargo, la realidad actual dista mucho de esa leyenda maléfica.
Ir al dentista hoy en día puede ser incluso un placer 🙂 ¡Y no bromeamos! Bueno, es posible que sí exageremos, pero a los que nos apasiona nuestra profesión también nos apasiona hacer todo lo que esté en nuestras manos para lograr que la experiencia vivida por nuestros pacientes sea lo más agradable posible. Y ello entraña también la necesidad de empatizar con el miedo ajeno y allanar el camino para lograr que esa persona se encuentre cada vez más y más tranquila.
Las clínicas que avanzamos en esta idea tratamos de ahondar en la inteligencia emocional y ayudar así a quien llega a nuestra consulta con temor. ¿Y qué hacemos? En primer lugar, sonreír:
– Una sonrisa les espera al abrir la puerta, al saludarles, durante el tratamiento, en la despedida y en todo momento. La amabilidad y el trato respetuoso genera confianza, libera estrés y facilita que nos tranquilicemos.
– Trabajamos la empatía y nos ponemos en el lugar del paciente, comprendiendo sus sentimientos y temores. Todos tenemos miedos y es bueno reconocerlo para saber por aquello que está pasando esa persona y poder acompañarle.
– Explicamos todo con calma antes, durante y después. Saber qué va a pasar y darlo a conocer con palabras sencillas, hace que el paciente no tenga sorpresas desagradables y pueda estar preparado.
– Escuchamos al paciente: sus dudas, temores, retos y deseos. Le acompañamos y guiamos en la toma de decisiones y a lo largo de todo el proceso. La comunicación deja de ser paternalista o unidireccional para pasar a poner el punto de interés en el paciente, el verdadero protagonista.
– Buscamos la mejor tecnología que aúna los últimos avances científicos con aquellas metodologías menos invasivas y dolorosas. De este modo, logramos resolver los problemas de salud dental con tratamientos cada vez más eficaces, breves e indoloros. Incluso prestamos atención al ruido y buscamos aparatos silenciosos y nada molestos.
– Máximo cuidado y mimo: realizamos cada tratamiento con extremo celo y profesionalidad, empleando todo el tiempo que sea necesario. Estamos pendientes de la evolución del paciente respetando su estado emocional y ritmos.
– Disponibilidad absoluta: saber que la accesibilidad es total y que el paciente puede llamarnos en todo momento para resolver dudas o atenderle en el caso de que lo necesite, confiere tranquilidad.
– Siempre tratamos de dar a nuestras consultas un toque de decoración agradable, nada agresivo o aséptico. Procuramos que los utensilios de trabajo no estén a la vista y, además, cuidamos que nuestras camillas sean confortables de manera que la persona pueda relajarse en ellas y estar cómoda y distendida. Colores amables y relajantes, música ambiente acorde y un olor agradable (desterrando el clásico olor de las antiguas consultas dentales), hacen el resto.
– Y si el paciente es un niño, todos los cuidados son pocos: nos volcamos en hacer su visita divertida y amable, con cariño, juegos, imágenes infantiles, juguetes e incluso el apoyo de una buena película de dibujos animados con el fin de que estén distraídos.
En definitiva, la odotología emocionalmente inteligente es infinitamente mucho más que una moda. Es una manera de entender la profesión y las relaciones humanas con la que perseguimos mejorar la experiencia de todo aquel que cruce la puerta de Naturdent. Además, un trato respetuoso contribuye de modo exponencial en el seguimiento que el paciente realiza en el tratamiento odontológico, su involucración en su curación y en el cuidado diario de su salud bucal.
Por todo ello, nos gusta ser una clínica emocionalmente inteligente. ¡Seguiremos esforzándonos en ello a diario!
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